Caminante sin destino aparente, con un sinfín de ideas mutantes,
ensombrecido en la búsqueda de un ideal que cae, resurge y vuelve a caer,
que juega y fallece y vuelve una vez más, a hacer cosquillas a esas ideas,
esos sueños de grandes paisajes que avivan el monótono andar de la vida en la ciudad...
de sus gentes, sus palabras perdidas en la lluvia, dragadas en los subterráneos del olvido,
para recordar, cada día, al amanecer, el calor de un alma viva y en movimiento,
el candor de un deseo que, cual combustible, arranca una sonrisa, cómplice de vida.
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